Este año empezó regalándonos una copiosa nevada el 22 de enero.
Pero el viento vuelve a hacer estragos derribando pinos centenarios.
La primavera nos trajo una nueva granizada, esta vez el 23 de junio. Estamos colocando las primeras redes en el viñedo, de modo que una buena parte se ha salvado. El resto ha resultado dañado por segundo año consecutivo. Ha hecho falta un tratamiento de cobre para una rápida cicatrización y evitar infecciones por hongos.
El año hidrológico ha sido extremadamente seco.
Se han secado las laderas más expuestas de sabina y aromáticas.
La fuente de Inazares no ha tenido caudal suficiente para abastecer el riego en verano; los plantones más jóvenes han acusado el estrés hídrico.
Los sedientos jabalíes han merodeado el dominio durante todo el verano, y también lo han hecho los ciervos y cabras montesas.
Desde el 1 de septiembre hicimos guardas nocturnas durante 12 días consecutivos. Hizo falta un cazador experto con perros.
Los estorninos han vuelto de hacer de las suyas. A pesar de colocar las redes en posición vertical, atadas por su parte inferior, han aprendido a meterse en el interior.
Ellos tienen el mismo gusto que nosotros. Una vez más, el día anterior de la cosecha se dieron un festín. Esta vez el daño ha sido menor que en 2015 pero, aún así, se perdió el 30% de la cosecha